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A. Introducción y Contexto

A grandes rasgos, la traducción es una actividad que consiste en «mover» un texto escrito de una lengua—lengua de salida (ST)—a otra lengua—lengua de llegada (TT). En esta definición general, se establecen ciertas características que deben darse para que la actividad sea propiamente traducción: existencia de un texto y «movimiento» entre dos lenguas.

Podemos acercarnos a la actividad de la traducción como un proceso o un producto. Ya en el siglo XVII, en 1680, el inglés John Dryden[1] clasifica el proceso traductivo en 3 grupos:

  1. la metáfrasis o traducción interlineal: es decir, traducción palabra por palabra.
  2. la paráfrasis: es decir, traducción sentido por sentido.
  3. la imitación: es decir, el traductor toma las características del texto de salida como base y, abandonando las palabras y el sentido del autor original, crea un nuevo texto de llegada a su gusto.

Adelantándonos a finales del siglo XVIII, nos encontramos con Alexander Fraser Tytler quien introduce la figura del destinatario, es decir, el consumidor del texto de llegada, y su importancia en la labor traductiva (Essay on the Principles of Translation, 1792). La figura del consumidor tiene relevancia para la modalidad de traducción de la que nos encargamos aquí y se estudiará más adelante.

Es en el siglo XX, específicamente en las décadas de los 60 y 70, cuando se le da nombre propio al estudio del fenómeno de la traducción: traductología, o Translation Studies en el mundo anglosajón. Se observa entonces un auge y aumento de las publicaciones de carácter teórico y, entre otros asuntos, aparecen nuevos acercamientos a la clasificación del fenómeno de la traducción. De esta forma, la traducción puede clasificarse según el tipo de texto que se traduce. Así, tenemos traducción

  1. literaria: de textos literarios (poesía, prosa, drama, ensayo).
  2. jurídica: de textos legales.
  3. financiera: de textos relacionados con el ámbito económico, fiscal y bancario.
  4. científica: de textos relacionados con el ámbito médico sanitario, biología, física, etc.
  5. técnica: de textos de carácter técnico como son los manuales, guías, etc.
  6. informática: también conocida como localización y que se encarga de la traducción y adaptación de programas informáticos, software, páginas web, etc.
  7. audiovisual: de textos audiovisuales. El texto audiovisual es a su vez muy peculiar porque involucra un proceso comunicativo que es multimodal: imagen, sonido y texto.

Hasta ahora, hemos establecido que la traducción es «mover» un texto de una lengua a otra. Ahora bien, nos preguntamos: ¿podemos «mover» un texto dentro de una misma lengua? Es decir, ¿podemos llamar traducción a la acción que trata una sola lengua? Estas preguntas son importantes cuando hablamos de traducción audiovisual puesto que no siempre se trabaja con dos lenguas. Piensa, por ejemplo, en los subtítulos para las personas con discapacidad auditiva.

La traducción audiovisual (TAV) es una modalidad de traducción que cabría dentro de las tres categorías de la tipología de la traducción que ofrece el lingüista Roman Jakobson («On Linguistic Aspects of Translation», 1959). Jakobson distingue 3 tipos de traducción:

  1. Traducción intralingüística (rewording): dentro de una misma lengua. Ejemplo en cine: doblaje regional (versiones de doblaje al español en Argentina, España, Colombia, México, etc.); subtítulos para las personas con discapacidad auditiva.
  2. Traducción interlingüística (translation proper): de una lengua a otra lengua. Ejemplo en cine: doblaje, subtítulos.
  3. Traducción intersemiótica (transmutation): de un signo verbal a un signo no verbal y viceversa. Ejemplo en el cine: el significado no solo se establece a través de lo que dicen los personajes sino también a través de la imagen, el movimiento de los personajes y la cámara, la música, etc.

Gracias a esta clasificación, Jakobson abrió y expandió el campo de la traductología que, hasta entonces, se había enfocado únicamente en la traducción interlingüística (Díaz Cintas and Remael, 2021). Otra de las primeras académicas en hablar de la importancia de la traducción del texto multimodal es Katharina Reiss quien en su tipología de textos incluye una cuarta categoría a la que se refiere con el término «audiomedial» (ibid.: 4). Para ella, estos textos «are distinctive in their dependence on non-linguistic (technical) media and on graphic, acoustic, and visual kinds of expression. It is only in combination with them that the whole complex literary form realizes its full potential» (Reiss, 1971/2000).

Los expertos coinciden en que la TAV es una práctica profesional que ha existido desde la invención del cine a principios del siglo XX pero que por su naturaleza multimedial fue ignorada hasta casi finales del mismo siglo. ¿Qué fenómeno sociocultural dio lugar a que se empezara a prestar atención a este campo y se le diera la atención que merece? Díaz Cintas y Remael lo explicaran sencillamente así: «…with the advent of digitization and the proliferation and distribution of audiovisual materials, [AVT] began to gain scholarly prominence and boost its number of acolytes» (Díaz Cintas and Remael, 1). Es obvio que para estudiar y/o practicar la traducción audiovisual debemos acercarnos a ella teniendo en cuenta que estamos claramente ante un tipo de comunicación multimodal y dinámica donde intervienen imágenes, sonidos, texto y usuarios/consumidores. La rapidez de los avances tecnológicos, la internalización de todo tipo de productos culturales y el consumidor actual que espera un acceso casi inmediato a dichos productos culturales ponen de manifiesto la necesidad y relevancia de la TAV.

Dentro de la traducción audiovisual, existen varias modalidades de las que nos encargaremos con detalle más adelante. Para finalizar, reconocemos que la TAV es una variedad de traducción y que el término traducción audiovisual es el término genérico acuñado y aceptado para referirse a todas sus diferentes manifestaciones.


  1. Dryden expuso esta tipología de la traducción por primera vez en su prefacio a las Epístolas de Ovidio.